El yoga es una práctica milenaria con beneficios para el cuerpo y la mente. La práctica del yoga ha demostrado beneficios para la salud en trabajos científicos de calidad. continua leyendo esta publicación para conocer específicamente los beneficios del yoga en la piel.
La práctica de la paciencia, perseverancia, autorrealización y ahimsa (no violencia hacia uno mismo) mediante asanas (posturas), pranayamas (respiración) y meditación, parece que podemos rejuvenecer.
La palabra yoga tiene dos significados, unión, con uno mismo y con el cosmos. Se puede establecer como las técnicas de mejora del ser humano a nivel físico, mental y espiritual.
Origen del yoga y beneficios para la salud
La antigua cultura del yoga debe su evolución a los antiguos sabios que desarrollaron sus enseñanzas y las transmitieron a sus discípulos a través del contacto directo con el maestro.
Su origen se remonta a la antigua civilización del Indo en el tercer y segundo milenio antes de Cristo. Sus enseñanzas fueron transcritas a los textos clásicos de los “Vedas” en los que el yoga se menciona por primera vez y adquiere una base establecida.
El yoga se ha extendido y es una práctica universal dentro de la cual hay diferentes caminos, inalcanzables en este artículo, pero de manera muy breve podemos hablar de Hatha yoga (yoga físico y sus variantes) y Raja yoga (yoga mental) (1).
Para algunos autores, el yoga es un estado de ánimo, una forma de calmar la mente y alcanzar la paz interior, que se cumple mediante posturas, “asanas” y técnicas de respiración, “pranayama” (2).
No literatura científica de calidad encontramos más de 4000 trabajos dedicados al estudio del yoga y su efecto a nivel psicológico y físico. Podemos ver que la mayoría de ellos se centran en trastornos neurológicos, artritis, manejo del dolor, emociones o cualidades cognitivas. Pero en nuestro caso nos vamos a centrar específicamente en los estudios que abordan los beneficios del yoga en la piel.
Beneficios del yoga en la piel
Anti arrugas
La vida yogui es antiarrugas: y hay evidencia molecular que lo prueba. La piel expresa nuestra apariencia y nuestra edad y tiene sentido que lo haga en paralelo a los órganos internos (3). La práctica regular de asanas y pranayamas reduce la actividad de la enzima superóxido dismutasa (SOD), una de las principales implicadas en el envejecimiento, y lo hace regulando la expresión de genes (4).
Al mismo tiempo, aumenta la expresión de moléculas reparadoras reconocidas (COX-2 y bcl-2) y antiinflamatorias (IL6, TNF), y lo hace mejor que el ejercicio extenuante (5).
Otras vías involucradas en el envejecimiento además disminuyen su actividad (AGE, productos finales de glicación avanzada), aumentan el flujo sanguíneo y mejoran el metabolismo general de la piel y los tejidos (3).
Probablemente la práctica de una actitud yogui con su mejora en la calidad de vida ayude a estar menos oxidado y a ser más joven.
Expresión facial
El yoga regula la expresión facial: los practicantes de yoga habituales expresan menos emociones negativas en sus rostros en situaciones negativas. El yoga reduce la “excitación”, que es la respuesta del cuerpo a las emociones negativas o al estrés y consiste en la aparición de sudor, taquicardia, respiración acelerada.
Los pacientes estudiados, al mismo tiempo de tener menos expresiones corporales de excitación a las emociones negativas, además reportaron menos experiencia emocional negativa a los estímulos negativos (6).
Acné excoriado y tricotilomanía
Otro beneficio del yoga en la piel se puede hallar en el tratamiento del acné excoriado y la tricotilomanía.
El acné excoriado es la manipulación de las lesiones del acné, común en mujeres adolescentes, que produce cicatrices e inclusive infecciones locales.
La tricotilomanía es otro hábito que se encuentra en los niños pequeños, que arrancan mechones de cabello en momentos de estrés.
Ambos se deben a conductas repetitivas centradas en el cuerpo y bajo las cuales encontramos procesos de ansiedad o adaptación. Se ha demostrado que la práctica del yoga agrega beneficios a los tratamientos farmacológicos y psicológicos para estas afecciones (7).
El yoga facial es antiarrugas
En un estudio reciente difundido en una revista de dermatología de calidad, un grupo de pacientes que realizó yoga facial durante 20 semanas encontró una reducción moderada de las arrugas en el tercio medio y el tercio inferior. El programa consiste en practicar los ejercicios durante 30 minutos todos los días de la semana a 2 o 3 veces por semana. Su método de acción puede deberse al entrenamiento de los músculos faciales (3).
Conclusiones sobre los beneficios del yoga en la piel.
En mi opinión, el yoga no sustituye a otros métodos como una buena crema antiarrugas con ácido retinoico u otras técnicas (toxina botulínica, rellenos, peelings, etc.), y todavía faltan más estudios de calidad, aún cuando puede ayudar (fundamentalmente si produce bienestar físico y mental).
Bibliografia
1. Danilo Fernández. Claves del yoga: teoría y práctica. XIX Edición 2017. La Liebre de Marzo, SL.
2. Cristina Brown. La biblia del yoga. 1ª Edición 2015. Gaia Ediciones SL
3. Beri K. Respirar para una piel más joven: “revertir el mecanismo molecular del envejecimiento de la piel con el yoga”. Future Sci OA 2016; 2: 122.
4. Saatcioglu F. Regulación de la expresión génica por el yoga, la meditación y prácticas asociadas: una revisión de estudios recientes. Asian J Psychiatr 2013; 6: 74-77.
5. Vijayaraghava A, Doreswamy V, Narasipur OS, et al. Efecto de la práctica del yoga sobre los niveles de marcadores inflamatorios luego de ejercicio moderado y estenoso. J Clin Diagn Res 2015; 9: 08-12.
6. Mocanu E, Mohr C, Pouyan N y col. Razones, años y frecuencia de la práctica del yoga: efecto sobre la reactividad de la respuesta a la emción. Fornt Hum Neurosci 2018; 12: 264.
7. Torales J, Barrios I, Villalba J. Terapias formas de el trastorno de excoriación (pellizcarse la piel): una breve actualización. Adv Mind Body Med 2017; 31: 10-13.
8. Alam M, Walter AJ, Geisler A, et al. Asociación del ejercicio facial con la aparición de envejecimiento. JAMA Dermatology 2018; 154: 365-367.